El guión educativo y cualquier otro tipo de guión para un programa televisivo son muy parecidos. Las discrepancias se fundamentan en las diferencias de género. Un guión, en términos generales, es un instrumento que, usado como modelo, conduce a una práctica. Un guión ha de ser claro y comprensible, respetando el lenguaje adecuado a cada tarea de todos los componentes del equipo de producción y realización; debe abarcar todos los elementos que intervienen en la producción, desde las imágines a registrar, los movimientos de cámara, las voces, ruidos y músicas, tiempos...; y debe contener la información básica que hay que transmitir al telespectador.
En televisión educativa, los realizadores sienten el impulso de añadir creatividad a la ya expresada y fijada en el guión. Tienden a pensar que el guión que se les propone es literario, y son ellos los que tienen que añadir la columna de los elementos visuales.
En cualquier cado, el guionista debe facilitar la estructura del programa. Esta estructura, según A.W. Bates (1983) es “el ajuste o la organización de las partes dentro de un todo”. El elemento estructural básico en cualquier producción audiovisual es el tiempo. Pero además la estructura de un guión está formada por un plano básico, que es el que estructura el conjunto del programa, el que otorga coherencia y unifica todos los elementos del programa, y otros planos subsidiarios.
Los elementos estructurales esenciales que aparecerán en el guión son: el argumento, el relato en sí, el tema, el elemento formal que permanece constante, la intencionalidad y una estructura enunciativa definida. De esta manera a cada guión le corresponde definir una estructura singular de sus relatos. Después de estos elementos estructurales del guión encontramos los más superficiales: escenarios, personajes, ambientes, estética, estilo, perspectivas...
La especificidad del guión educativo frente a otro que no lo es, es que en el primero hay una diferencia de fondo: debe existir un plan pedagógico o un plan didáctico o formativo.
El telespectador, independientemente de su condición y naturaleza, rechaza el discurso vertical. El telespectador es reacio a admitir que quien esté al otro lado de la televisión le trate como a un alumno, como a un estudiante. Por eso el libro de estilo de una televisión educativa nunca debería aceptar frases como “hoy vamos a aprender”, “debemos corregir...”. Pérez Tornero (1994) enfatiza en el hecho que la “libertad reconocida al espectador es esencial en la televisión educativo-cultural que se precia de tal, y que quiere ser competitiva o complementaria con el resto de televisión”. Consecuentemente, hay que sustituir todas esas entradillas verticales por un discurso en tercera persona, más descriptivo y que oriente los planes básicos por la vía de la demostración además de buscar la complicidad del telespectador.
Algunos autores proponen la siguiente estructura modélica de un guión para un programa de televisión educativa.
GUIÓN PARA UN PROGRAMA DE TELEVISIÓN EDUCATIVA* | |
Primera parte | Propuesta de un objeto de conocimiento: en esta parte hemos de ganar la atención del espectador. Hacerle atractivo lo que ha de suceder. Esto sirve para crear expectativa, estimular un deseo, fomentar una ansiedad, provocar un choque fuerte en su percepción, excitar, exagerar un elemento, producir una sorpresa, un contraste... Los primeros compases de un programa educativo tienen que ir directos a la sensibilidad de espectador, apelar a su intimidad y sus necesidades, a su inquietud más vivida. Si no lo logramos, perdemos al espectador. |
Segunda parte | Ofrecimiento de una orientación, una guía: conviene esbozar un plan que permita la orientación activa del espectador. Es necesario después del estímulo que hemos provocado en la primera parte. Hay muchas maneras de lograr esta función, con una escena reconocible o una situación, o un ambiente familiar.... permite acabar con la ambigüedad inicial, desvelar el misterio precedente. |
Tercera parte | Parte expositiva: es el grueso del contenido, la parte central del programa, lo que ha de transmitir el contenido esencial. Informamos, contamos sin olvidar que corremos el riesgo de perder al espectador. Para mantener su atención y el hilo del programa repetimos las estructuras previamente usadas: intriga/orientación, tensión/satisfacción... |
Cuarta parte | Recapitulación: para reforzar el aprendizaje y la transmisión del saber. Cuanto más variadas sean las formas en que contamos algo, más seguridad tenemos de que el mensaje en cuestión quedará fijado en la memoria del receptor. Usamos glosas, resúmenes, interrogaciones de control, confirmaciones, redundancias simples, cambios de perspectiva... |
Quinta parte | Situar en el contexto: es obligatorio construir estructuras estables en la mente del receptor. Las informaciones que se proporcionan deben poder organizarse en conjuntos más amplios, ya que una estructura amplia y global facilita el reconocimiento y el entendimiento, pero además ayuda a identificar unos contenidos determinados y a manipularlos a voluntad. |
* Pérez Tornero, J.M. La televisión educativa. (Madrid, UNED). Cap. 5, pg. 68
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Pérez Tornero, J.M. La televisión educativa. (Madrid, UNED). Cap. 5, pg. 52 a 71
Pérez Tornero, J.M. El desafío educativo de la televisión. Para comprender y usar el medio. (Barcelona, Paidós). Cap. 8. Pg, 189 a 230
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