La idea central de la teoría de S. Papert se basa en que el principal obstáculo para el progreso en la educación es una tendencia mayoritaria a sobrevalorar el razonamiento abstracto. Para resolverlo deberíamos hacer una revisión epistemológica hacia modos más concretos de conocer: la inversión de la idea tradicional de que el progreso intelectual consiste en pasar de lo concreto a lo abstracto. Esta inversión es tan necesaria en el contenido de lo que se aprende como en el discurso de los educadores. De esta manera el instruccionismo es entendido por Papert (1993) como la “expresión de la creencia de que el camino hacia un aprendizaje mejor pasa por el perfeccionismo de la instrucción”.
La sobrevaloración de lo abstracto impide un progreso en la educación desde dos aspectos que se refuerzan mutuamente: la teoría y la práctica. En la práctica educativa el énfasis en el conocimiento abstracto y formal es un impedimento directo para el aprendizaje y, dado que algunos niños, por motivos relacionados con la personalidad, la cultura, el género y la política, se ven más perjudicados que otros, es también una fuente de discriminación, si no de opresión. Por otra parte, la sobrevaloración del pensamiento abstracto hace que el debate sobre cuestiones educativas esté viciado. El motivo es que los educadores que abogan por la imposición de los métodos del pensamiento abstracto casi siempre practican aquello que tanto pregonan, pero con efectos muy dispares. Papert considera que “la base del pensamiento abstracto es aislar un factor esencial de los detalles de una realidad concreta”, de tal manera que se hace necesaria una metodología que permita aproximarnos a las situaciones concretas.
El construccionismo, en cambio, pertenece a la familia de filosofías educativas que niegan esa “verdad”. No cuestionan el valor de la instrucción como tal. Incluso la afirmación de que todo acto de enseñar constituye un atentado contra la capacidad del niño por descubrir no es un imperativo categórico en contra de la enseñanza, sino una advertencia, expresada en forma de paradoja, de que es preciso mantenerlo a raya.
S. Papert observa que la educación tradicional codifica lo que se cree que los ciudadanos necesitan saber. El construccionismo se basa en el supuesto de que será mejor para los niños encontrar por sí mismos los conocimientos específicos que necesitan; la educación, sea organizada o informal, les ayudará más si se saben respaldados moral, psicológica, material e intelectualmente en sus esfuerzos. El tipo de conocimientos que más necesitan los niños es el que les permitirá alcanzar nuevos conocimientos. Por eso requieren buenas herramientas (ordenadores) y necesitan saber cómo usarlas (actividades guiadas) y donde usarlas (“micromundos” que les resulten interesantes). Por otro lado, dado que uno de los motivos por los cuales la enseñanza es “mala” es que nadie quiere dar clase a niños que atienden de mala gana. La vía construccionista haría mejor, y, a la vez, menos necesaria este tipo de enseñanza.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Papert, S. (1995): La máquina de los niños. Replantearse la educación en la era de los ordenadores. (Barcelona, ed. Paidós). Cap. 7 pg. 151 a 169